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Un juego sin reglas


¿Eres un observador o un jugador? Esa es la primera pregunta que hace la aplicación Nerve, cuando alguien ingresa a ella. De esa decisión depende si el usuario propone retos y mira hazañas, o si es quien las ejecuta, a cambio de likes, seguidores y dinero.

El juego es tan popular, que la joven estudiante de secundaria Vee, quien es reservada y permanece mucho tiempo detrás del lente de su cámara, se ve tentada a inscribirse, después de que su mejor amiga la retara a salir de su zona de confort.

Sus desafíos, que inician como pequeñas acciones sin importancia, se convierten en hechos cada vez más complicados, que significan mayor cantidad de dinero, para estudiar en la universidad que sueña, pero que empiezan a poner en peligro su vida. Rendirse no parece ser una opción, ya que todo lo ganado se perdería, y todos sus observadores dejarían de seguirla.

Un juego sin reglas: Nerve es el título en español de esta cinta, basada en el libro del mismo nombre, de la autora Jeanne Ryan, en la que Internet es protagonista, así como los teléfonos inteligentes, los comentarios y el poder de las masas en redes sociales.

Con su experiencia en el tema (ambos están detrás del documental Catfish), Henry Joost y Ariel Schulman dirigen esta propuesta que se adentra en la vida de los jóvenes millennials, su constante interacción con el mundo virtual y la manera en que este gobierna, cada vez más, sus decisiones y actos.

Esos elementos hacen que esta se convierta en una perfecta película adolescente de la actualidad, que logra impactar, en menor medida, a todos los adultos, debido a la forma en que retrata la influencia de Internet, la cantidad de tiempo que se le dedica y el riesgo de entregar datos personales sin precaución.

Y es que la adrenalina se siente desde el momento en que Vee entra al juego, pues la producción se encarga de mostrar todos los detalles de su vida y su identidad a los que tiene acceso el software. Una vulnerabilidad con la que el público se identifica fácilmente, en especial si es usuario común de las redes.

Para esto se emplea, en varias ocasiones, la cámara subjetiva, tanto del usuario que mira su dispositivo, como del mismo Internet que puede ver las escenas que está registrando y sus gestos en el momento de acceder.

Los más jóvenes también pueden tomar a los personajes como referentes: Vee, interpretada por Emma Roberts, es callada y seria; Sydney, su mejor amiga, interpretada por Emily Meade, es la joven porrista, arriesgada y popular; Ian, Dave Franco, es un poco rudo, y Tommy, Miles Heizer, es el nerd del colegio. Un grupo común en las comedias adolescentes norteamericanas.

La primera parte del filme resulta ser muy entretenida y sacar varias risas, gracias a la evolución de los personajes y a los retos absurdos con los que deben cumplir.

A medida de que los desafíos adquieren un nivel más complejo, incluso mortal, también lo hace la trama, ya que los observadores adquieren el rol de justicieros despiadados, que, dependiendo de su comportamiento, pueden convertir a los protagonistas en faros de popularidad o en figuras de odio.

Cuando está en el pico más alto, la cinta sufre varios tropiezos, que le impiden volver a encaminarse. El primero es el romance que se plantea con el rol de quien hubiera sido un muy buen villano, y el segundo, la misión heroica y el liderazgo que asume Vee, a pesar de que su personaje no tiene ese perfil.

Su estrategia de salvación termina siendo casi imperceptible en el guion de Jessica Sharzer, sin mucho espacio para entenderla, y con una ejecución rápida, en un lugar semejante al de otras adaptaciones de libros: campos de batalla rodeados de seguidores deseosos de caos.

El desenlace es rápido, plagado de tonos pasteles, deja a quienes disfrutaron de los momentos más tensionantes y a quienes alcanzaron a sentir el mensaje de los riesgos de la información online, con el sinsabor de no haber obtenido un final mucho más radical ni una moraleja firme, que de verdad lleve a la reflexión.

Una combinación de suspenso y película rosa que no desarrolla todo el potencial de su argumento, y que termina siendo una opción válida de entretenimiento, pero no un gran suceso cinematográfico.


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