En los Estados Unidos, la economía más sólida del planeta, los profesionales de Wall Street trabajan ‘honestamente’ para que el pueblo pueda alcanzar el modo de vida americano. Motivados por un espíritu ‘filantrópico’ han diseñado un negocio donde todos ganan. Es así de ‘sencillo’: otorgan créditos hipotecarios a aquellos que, sin importar su capacidad de pago, desean hacer realidad el sueño de tener casa propia. Luego, desinteresadamente, les compran el concepto a las firmas calificadoras del riesgo, para que clasifiquen los créditos como triple A (inversión segura). Posteriormente agrupan a varios de estos préstamos en un bono, el cual es negociado en la Bolsa, partiendo de la premisa que nadie va a dejar de pagar la hipoteca de su casa. Gracias a las excelentes comisiones, muchos corredores se han hecho millonarios y cada vez más gente está disfrutando de su nueva casa. ¿Qué hay de malo en eso?
Sin embargo, en el mismísimo corazón Wall Street hay algunos desadaptados que han descubierto las debilidades del negocio. A partir de la simple observación, se han percatado que las personas están incumpliendo con las cuotas y que la tendencia continuará hasta provocar el colapso del sistema; una burbuja se ha venido inflando desde hace años y, a la postre, causará graves estragos en la economía mundial. Pero, como buenos negociantes, estos bichos raros no van a alertar a nadie, entre otras razones porque nadie les creería, aunque sí van a encontrar la manera de apostar y sacarle el mayor provecho al descalabro económico que se avecina.
The Big Short o La gran apuesta retrata este momento reciente del mundo, previo a que la crisis económica del 2008, la más grande después del crack del 29, dejara, solamente en Estados Unidos, a 8 millones de personas sin empleo y a otras 6 millones, literalmente, en la calle. El director Adam McKay adaptó el libro homónimo, del periodista económico Michael Lewis, para, a partir de la historia real de las personas que vieron la oportunidad de negocio en la crisis, evidenciar, la codicia, las mentiras, la podredumbre de un sistema ventajoso donde el único que siempre pierde, así no se percate de ello, es el ciudadano de a pie.
Presentada en el 2015, la cinta aspiró a 5 premios Óscar, de los cuales ganó uno, el de Mejor Guion Adaptado. Christian Bale estuvo nominado como Mejor Actor de Reparto, gracias a la forma en que encarnó al doctor Michael J. Burry, un hombre tímido, apático, casi incapaz de relacionarse con otras personas, pero que tuvo la habilidad pronosticar ‘la tormenta’ y aprovecharse de ella. Bale consigue que el espectador sienta repulsión por un personaje que, si bien, no está haciendo nada ilegal, su actuar sí es bastante reprochable.
El otro intérprete que logra destacarse es Steve Carell que da vida a Mark Baum, un hombre que acaba de sufrir una tragedia familiar y que se percibe como incapaz de tolerar una injusticia. Es el personaje más interesante de todos, pareciera que no quiere ganar dinero a costa de la tragedia de los demás, pero asume posturas contrarias a sus principios.
El elenco es completado por Ryan Gosling, John Magaro, Finn Wittrock y Brad Pitt, todo un derroche de talento, que convence y facilita la comprensión de un tema denso y pesado. Además, el director les da el tiempo justo para que haya equilibrio y agilidad.
McKay utiliza diferentes recursos narrativos como la ruptura de la cuarta pared, el narrador omnisciente, el montaje a manera de videoclip, la inclusión de personajes ajenos a la trama, pero reconocibles en la cultura popular, con el fin de explicar en detalle cada aspecto del negocio. La dirección también resalta por el manejo de la cámara en mano, y los encuadres no convencionales, lo que, por momentos, genera la impresión de que se estuviera viendo un documental crudo y duro. Porque a pesar del leve tono tragicómico que se siente en algunas secuencias, la cinta es una lección, aún no aprendida, por una sociedad cegada por el dinero fácil, donde no importa quién tenga que pasar por encima de quien, mientras se esté cumpliendo una meta personal y egoísta.
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