De nuevo Pedro Almodóvar enfoca con su
cámara la historia de una madre. Esta vez se trata de Julieta una mujer que
obligadamente ha dejado esa faceta de su vida a un lado, para olvidarla; para
vivir entre calma y silencio, en Madrid.
El amor está presente y el deseo de
cambiar su rumbo también, por lo que en pocos días viajará a Portugal, con la
esperanza de no regresar. Pero un encuentro casual con el pasado la lleva a
enfrentarse con el rol que la tomó por sorpresa a los 25 años, y con la
incertidumbre de conocer qué ha pasado con su hija, después de más de una
década de no saber de ella.
El clásico color rojo del director
español da la señal de inicio a Julieta, la película que, con total fluidez,
desnuda la intimidad de la mujer que se ha reservado cualquier comentario sobre
su pasado.
Una carta escrita a modo de diario
recapitula la vida de su protagonista, con cada uno de los hechos que la
llevaron al lugar que hoy ocupa, y que le da validez a la decisión de titular
todo el largometraje con su nombre.
Emma Suárez, quien encarna a la Julieta
del presente, conmueve con su actuación. Representa la intranquilidad, el dolor
y el abandono. Sus gestos son el ingrediente que desata emociones en el
público, a medida que el relato se desarrolla.
La Julieta joven, Adriana Ugarte,
interpreta una etapa de mayor fortaleza, de descubrir el romance y la vida
familiar. Un trabajo un poco más discreto, pero que se ajusta a los niveles de
drama que enfrenta.
El guion, basado en los cuentos Destino,
Silencio y Pronto, de la canadiense Alice Munro, atrae con su crudeza, con su
manera de encarar el sufrimiento y la culpa, mirándolos de frente y navegando
hacia sus profundidades.
A pesar de la introspección que narra, no
abundan los momentos de soledad física y pesadumbre, ya que la historia, como
la vida misma, presenta varios acompañantes, sobre los que se plantean pequeños
dramas adicionales, que le otorgan dinámica al relato.
También, le pintan matices a su
protagonista, que no solo es madre; es hija, esposa, amiga y profesora.
La ambientación refleja lugares
atractivos, en los que la decoración se relaciona con los personajes que
resguarda, ya sea por sus gustos y destrezas, o por las etapas que viven.
Pedro Almodóvar es un director de
detalles, que no encuadra un elemento porque sí, que comunica con todo lo que
muestra, así no revele de inmediato su intención, pues se da el lujo de
explicarla a su ritmo, en el momento justo.
Eso es exactamente Julieta, una película
que estremece a cada paso, sin apresurarse, que descubre sus simbolismos con
encanto y que abstrae de la realidad a quien la mira, para sobrecogerlo con
melancolía cuando llega el final, convirtiéndose en un nuevo clásico del
director que, otra vez, salió victorioso.
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