Bajo una luz tenue, que pocas veces alumbra el mundo de los marginados, Chiron, un niño negro y homosexual, que vive en un sector pobre de Miami, descubre las circunstancias que definirán su vida: la adicción de su mamá, los problemas sociales de su barrio y las crueles ofensas de las que es víctima en la escuela. Los instintos de su adolescencia, escondidos en el silencio, y la inseguridad parecen gritar a través de sus cicatrices, que quedan marcadas para su adultez, cuando su sonrisa es dorada pero igual de ocasional, como en sus años mozos. Estos tres momentos decisivos son la base de Moonlight, la película de Barry Jenkins, que se mete en la piel de quien no suele tener voz, para demostrar que todos los seres son consecuencia de las vivencias del pasado. Alex Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes interpretan cada una de las etapas de Chiron, con pocas palabras y miradas evasivas, que se compenetran como si de verdad se estuviera viendo a la misma